Llegas a casa, tarde, como siempre, estampas la mochila contra lo que sea, ni siquiera miras lo que te acabas de llevar por delante. Has hecho el camino corriendo para que nadie viera que estabas mal, pero ahora estas en casa, a salvo de miradas indiscretas así que lloras, nadie se da cuenta pero lloras. Es ya rutina, cada día mas rota, con mas ganas de salir del agujero que te asfixia, que se hace mas pequeño a cada segundo. Sientes como si se te viniera el mundo encima a cada paso, porque duele ¿a que si? No te sientes a gusto en ninguna parte, no encajas, eres la pieza perdida de un rompecabezas que nadie se molestara en completar. Y ya solo piensas en escapar, escapar de las risas que te atormentan hasta que el timbre anuncia el final de la ultima hora, escapar de las lágrimas que empapan la almohada cada noche cuando te pones a pensar, de las pesadillas, de los prejuicios ajenos, de las falsas amistades. Tan solo quieres dejarlo todo atrás.
Te sientas en el suelo con un folio en blanco y una caja de gominaolas a hacer la lista de pros y contras sobre ti misma, una vez mas los contras ganan. Bola de papel a la basura, tu animo al suelo y tu a la cama, una noche mas, un poquito mas desalmada.

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